Oscar Rivera

Cuentos Nocturnos III

A mi madre de vez en cuando se le da por contar de aquella vez en que  yo tenía  4 o 5 años  aproximadamente, y fuimos de visita a casa de unos vecinos, tenía amigos contemporáneos míos y otros quizás mayores por 4 años, se les ocurrió la idea  de encerrarme en una zona obscura de su casa, era una escalera que conducía hacia la obscura planta baja, cuando sucedió esto, empezaron a hacer sonidos extraños desde el otro lado de la puerta, (aún recuerdo eso), recuerdo que mirando hacia el lado opuesto de la puerta trataba de entender quien carajos era el tal “cuco” que anunciaban llegar. Recuerdo haber bajado algunos escalones
Con voz impostada decían: 
-ahí viene el cucoooo
Con extrañeza pero calmado preguntaba yo -¿Por dónde?
-     Ahí atrás tuyo- decía uno de ellos
-     ¿Haber?...
 - No hay nadie! – increpaba yo, y volvía  a preguntar
¿quién es el cuco?, ¿cómo es?
Al rato de esa “broma macabra” mientras vociferaban sonidos alusivos a algo supuestamente tétrico, me dirigí hacia la puerta que habían cerrado desde el otro lado  y con voz de aburrido ya cansado de aquella situación les referí: - no veo nada, ya abran la puerta-

En conclusión los hermanos Collazos y los hermanos Gates (vecinos) se cansaron de querer tontearme al darse cuenta que sus intenciones por darme miedo eran más que inútiles. 


De igual manera nunca he tenido miedo ante experiencias paranormales, por el contrario me causan curiosidad a diferencia de otras personas. Pero haciendo una comparación con "Juan sin miedo", en mi historia habían algunos detalles que procesar antes de mis nuevas experiencias.




En tu dormitorio, donde el tiempo se detiene, o se mueve a tu voluntad, dejarás que la mañana llegue pronto, o me dejarás aquí tirado, en tu oscuridad preferida, tu penumbra preferida, tu conocimiento preferido, tu esclavo preferido,  en tu dormitorio donde las almas desaparecen, sólo tú existes aquí, me llevarás a tu sillón, o me dejarás aquí tirado, tu inocencia preferida, tu recompensa preferida, tu sonrisa preferida, tu esclavo preferido, estoy pendiente de tus palabras, viviendo en tu respiración, sintiendo con tu piel, siempre estaré aquí. En tu dormitorio, tus ojos ardientes, causa de las llamas a surgir, dejarás que el fuego se apague pronto, o voy a estar siempre aquí, tu pasión preferida, tu juego preferido, tu espejo preferido, tu esclavo preferido, estoy pendiente de tus palabras, viviendo en tu respiración sintiendo con tu piel, siempre estaré aquí. (In your Room - Depeche Mode. Escrita por: Tom Kelly, Billy Steinberg, Susanna Hoffs)



Días de Noviembre 2009

Cada noche a partir de las 3 am, daba lo mismo dormido que despierto. Parecía no haber diferencia entre las pesadillas y la realidad, así como los estragos de cuando estás despierto. Me habían referido que es la hora inversa a la que murió Cristo, hora de no buenas referencias para este tipo de experiencias.

Pese a la advertencia de mi amiga vidente Mary Luz, sobre mi estado de debilidad espiritual y el deber de olvidar y el tener que cortar todo nexo con M.A., le comenté algo que me preocupaba, ella tenía una bebe sin bautizar, me explicó ciertas reacciones de la bebe producto de estas  energías dirigidas a M.A., y recordé con indignación que ello ya había sucedido,  lo había visto, lo vivía y recordé una conversación de aquellos tiempos en que nos trasnochabamos conversando vía internet cuando ella estaba en España y de pronto la conversación se interrumpió, por las pesadillas de la bebe. Para estas noches de noviembre ya había asimilado  el origen de esas energías, ya sabía quién lo había provocado, y me propuse protegerlas desde el plano espiritual. 
Noches de Plegaria
Sin embargo, en la oscuridad de mi propio cuarto, sentía presencias ajenas no gratas, me despertaba tras tener pesadillas, y luego de quedarme despierto extrañamente me invadía el miedo, una angustia invadía mi cuerpo de pies a cabeza se inmobilizaba y así cada noche sería la misma letanía, mientras que día a día padecía las consecuencias de los desvelos, perdía peso; las desveladas nocturnas cambiaron mi ritmo de vida, además de haber cambiado mi horario de alimentación y de sueño que  me dejaban unas evidentes ojeras. De día no podía hablar con nadie, y si me hablaban no escuchaba. No podía soportar lo que más me apasionaba en la vida, no toleraba escuchar música.
El desorden de mi cuarto más parecía reflejo de mi depresión, que el de una persona desordenada: un cúmulo de ropa  desde el pie de mi cama hasta la canasta de ropa sucia.
De aquella energía que había usado para mandar a través de la pantalla mi presencia, no había ni una pizca, desapareció por completo, y cada vez que intentaba encender mi energía para contrarrestar estas malas presencias, terminaba en un intento frustrante.  Inmediatamente después de tomar aliento este salía como si se tratase de una simple respiración. Metafóricamente hablando, me sentía como el grifo sin agua haciendo un sonido de vacío.
A través de los rezos luchaba contra un enemigo invisible que muchas veces me llevaba al límite de la cordura. Sabía que estaba haciendo algo que no me habían pedido, y más allá de ello, posiblemente tampoco sería entendido,  finalmente no esperaría ni unas gracias, y cual seducción de ideas que distraían mi concentración, parecía caer en una espiral de depresiones. El amor de ella hacia mi había desaparecido y el mío hacia ella, pululaba en algún lugar entre la nostalgia y el resentimiento.
Sintiéndome cual naufrago en el mar intentado aferrase a lo que fuese, buscaba refugio en la oración, visité una iglesia para escuchar misa, e inclusive hice Reiki una sóla vez por aquellos días. Tenía que usar mi fe y lo poco aprendido para que sean mis armas en aquellos conflictos espirituales.

Daban golpes al otro lado de mi pared, sonaba la ventana, se abría la puerta del baño, todo era parte de aquella sensación abrumadora en aquella penumbra. No obstante ello, mi lucha y conflicto serían siempre constantes, en aquella debilidad solo me apoyaba en la fe, para repeler estas energías alrededor de ellas, sólo recordaba aquellas enseñanzas desde pequeño y que siempre usé por hasta ese entonces eran mis únicas armas con la oración,  y esas eran lo único que dentro de mi cordura quedaba. Algunas veces terminaba no solo rezando sino también orando de rodillas. Intentando conectarme con cuanto plano astral pudiera, sentía una impotencia, que  me dejaba perdido en la soledad, languideciendo en la penumbra –Pedía a Gaia protección y en aquella impotencia, le pedía que tome las providencias necesarias, que me devuelva la razón, o que tome revancha si corresponde, yo ya no encontraba mis fuerzas, ¿ merecía yo esto? 
Yo había elegido, no era un deber mío, fue lo que escogí hacer. 
¿Era justo lo que sucedía? ¿Merecían ellas esto? O era mi egoísmo justificado en ellas, lo que me llevaba a seguir con esta tortura, esperanzado en que regresen las cosas a la normalidad. 
Y cada vez que pensaba en ella el conflicto amor –odio volvía a mí.
La siguiente noche fue lo mismo...
La siguiente noche a esta fue igual...
y así las siguientes noches durante varios días serían similares...

Daba lo mismo permanecer dormido con las pesadillas, que el tormento nocturno luego de haberme despertado. Pasada las 3:00am despertaba de improviso sobresaltado, como si hubiese escuchado el peor de los despertadores, y en cierto modo era así.
Los primeros días, intentaba conciliar el sueño, luego entendí que aquellos intentos serían  inútil. En la cama me movía de un lado a otro y una extraña inquietud no sólo me quitaba el sueño, sino que a su vez me causaba angustia, y en la penumbra de la noche, extrañamente en mi propio cuarto, sentía miedo.
Con cierto recelo y dudas en mi cabeza, consejos que no escuchaba, cosas que debía atender pero que mi cerebro no procesaba, y un estado de progresiva pérdida de conciencia de la realidad; en algún espasmo de cordura logré refugiarme en la esporádica euforia durante el día, una euforia que me mantendría viviendo a 1000 por hora, consciente de lo que hacía y a la vez distraído de aquellas recientes experiencias, al menos así sería mientras dure la luz del día.

Con las horas de sueño totalmente cambiadas, aprovechaba la madrugada para terminar los resúmenes de unos expedientes legales y aunque suene oportuno el aprovechar el desorden de sueño, aquellas formas súbitas de despertarme en la madrugada, no fueron de lo más gratas.