Oscar Rivera


CARAL - Octubre 2012 - Modo Explorador

De alguna manera tomé conocimiento de la realización de una celebración por los 18 años de estudio de Caral y me aventuré a formar parte de aquella celebración en lo que correspondía a los vestigios de una milenaria civilización contemporánea con la antigua civilización egipcias, china y mesopotámica.
 
"Caral se encuentra a 184 kilómetros al norte de Lima". Es la primera referencia que tenía sobre este destino, y se me hacía familiar debido a los avisos que pude haber divisado en viajes anteriores, cuando atravesaba la ciudad de Supe.
 
Sin encontrar a alguien que se anime a esta aventura turística y con ciertas referencias de que las celebraciones continuarían a lo largo de la noche en la zona de campamento, procedí a alistar mi carpa, mi sleeping y mi cámara fotográfica. Así tomé un taxi a alguna estación de bus, con el objetivo de llegar a la ciudad de Supe.
 
La espera se hizo larga. La salida de la ciudad de Lima un viernes por la noche es particularmente caótica, y cuando pregunté sobre el tiempo aproximado para llegar a Supe calculé que llegaría cerca de las 11 de la noche o más. Era más que un hecho que me perdería la ceremonia del pago a al tierra, en aquella Caral milenaria iluminada especialmente para la ocasión. Esto considerando que Caral se encontraba a 22 kilómetros de la carretera de Oeste a Este, detalle del cual recién me enteré camino a Supe.
 
Cerca de la medianoche bajé en una plaza de Supe, y me acerqué a 2 señores que conversaban amenamente. Muy atentos procedieron a darme referencias y como buenos anfitriones uno se ofreció a acompañarme para evitar de que algún bribón se aprovechase de mi.
No tenía idea de que llegar a Caral no era tan sencillo, Don.... me contactó con su amigo taxista con quien tuve que negociar ir al cajero de la ciudad de Barranca.
 
El conductor me explicaba que la civilización de Caral se había extendido por todo el valle es por eso que de camino se podían observar restos aqueológicos que también pertenecían  la civilización de Caral. Me hacía referencia a Áspero  y La Caleta Vidal.
 No obstante ello cuando enrrumbamos hacia la "Ciudad Sagrada de Caral", no supo tomar el desvío adecuado (hacia la derecha). Él sabía que había una celebración, sabía que había una zona de campamento, y que muchos visitantes se quedaban celebrando toda la noche, pero no supo tomar el desvío adecuado, de modo que no llegamos al ingreso a la zona de campamento o a la entrada oficial de la Ciudad Sagrada de Caral,

Luego de unos 30 minutos o más de viajar por una carretera que para decirse afirmada deja mucho que desear, llegamos a Caral. Sí claro pero Caral pueblo, la cual por el absoluto silencio en la quietud de la noche parecía un pueblo fantasma.
 
- ¿Señor? ¿Está seguro que es aquí? procedí a preguntarle al conductor.
- Bueno esto es Caral...
- Sí, pero es Caral pueblo ¿no?. Creo que debemos buscar el acceso a la "Ciudad Sagrada de Caral"
Luego de algunas vueltas, logramos ver algunas señales que indicaban el rumbo a uno de los ingresos.
- Ah ya sé! por acá está la zona de estacionamiento y de ahí está también la zona de campamento.
 
Yo tomaba como referencia su dicho, ya que parecía estar igual de desubicado que yo.
Una vez  en la zona de estacionamiento  de lo que correspondía a la extensión de la reserva arqueológica. El conductor observando el extenso espacio que existía en dicha zona procedió a preguntarme - seguro que desea quedarse acá.
 
Estaba totalmente obscuro, la única luz que alumbraba era la de la luna
Miré alrededor y dije algún camino me llevará a algún lado, no he avanzado tanto para regresar a estas alturas, así que de algún modo tengo que llegar.
- Por último, ¿está señalizado no?
- Sí, pero está oscuro y no hay nadie.
Algo incrédulo por mi actitud a aquedarme me dijo: Mire, me quedo acá un rato por si se anima a regresar.
Luego de bajar del auto avancé por un sendero, observé un puente y le grité desde allí: por acá es no hay problema!

Click!
Click!: En la penumbra de la noche, observé el auto alejarse por el camino de regreso, mientras a un lado del paisaje nocturno se distinguía el pasivo e iluminado pueblo. Me dí cuenta que sería algo complicado regular el lente de la cámara para tomar las fotos durante la noche.



 
Mis ojos se adaptaron a la penumbra nocturna, mi celular se había quedado sin batería de modo que tenía que hacer un esfuerzo visual tratando de distinguir las señalizaciones hacia el gran complejo arqueológico, esto inclusive con el flash de la cámara que dificultaba la adaptación de mi vista a la oscuridad.
 
En este recorrido me encontraba caminando de Este a Oeste, y durante el recorrido en aquella penumbra escuchaba a lo lejos el sonido de tambores y flautas lo que me hacía pensar que estaba en el camino indicado. Pero llegado un momento había que tomar un rumbo y por la poca visualización tuve que alejarme del valle y entrar a la zona desértica en dirección hacia el sur. No sabía a cuanto tiempo estaba del campamento, y no tenía idea de la distribución de Caral, a esto teníamos que agregar que el terreno arenoso hacía que el camino sea cada vez más y más pesado.
 
Me detuve un momento en lo que parecía ser una zona de descanso, una suerte de mirador, sólo escuchaba mi respiración agitada por el cansancio, las gotas de sudor recorrían mi frente, el viento resoplaba en mis oídos sin poder escuchar los tambores, y de pronto la penumbra de la noche te hacía recordar de una manera muy peculiar el hecho de que me encontraba en una Necrópolis de 5,000 años de antigüedad. Eso en la oscuridad del desierto me dejaba con una expectativa muy particular, mientras la adrenalina fluía con el ímpetu de llegar a algún lado. No había mucho que divisar, las gafas se me empañaban por el calor corporal, y ya sin lentes no había mucho que distinguir en aquella penumbra. Procedí a regresar el tramo avanzado en dirección norte hasta el límite del desierto con el valle y una vez allí retomé el rumbo de hacia el oeste. -Observando la foto de inicio sería de derecha a izquierda-
 
Luego de andar unos buenos minutos por aquel oscuro y solitario sendero, mi mente empezó a recordar distintas historias rurales que había escuchado a lo largo de mi vida, y de las cuales la mayoría se encontraban asociadas a almas que vagaban por lugares solitarios, historias que también me hacían dudar si el eventual sonido de los lejanos tambores era una fiesta en el lejano campamento o sería alguno de esos encantos que suelen llevar a los viajeros por caminos extraños y de quienes  nunca se sabe más. Me acordaba de historias de los duendes, del muki, del tunche, de las almas viajeras, y de encantos asociados a duendes que tomaban formas de animales.
 
Trataba de llevar el mismo ritmo de mis pasos, y en algunas ocasiones miraba al suelo ya que en aquella oscuridad y sin gafas no era muy claro el panorama. Cuando de pronto subo la mirada y el resumen de todas las historias de duendes y almas vagabundas me hizo detener el paso.  A unos cuantos metros se alzaba una sombra que en un momento tras su aparición ahora se encontraba inmóvil.
La adrenalina por lo que experimentaba en ese momento no dejaba lugar para el temor y si de encuentros raros se trataba ya había tenido suficientes como para que cosas así me detengan.
Sentí su mirada, y ambos estábamos estáticos frente a frente, sea lo que sea  procedí a avanzar, y en señal de respeto levanté la mano y dije: Hola!
Inmediatamente la sombra tomó una reacción hacia atrás, y en su evidente nerviosismo empezó aretroceder ladrando.
Dentro mío dije: que perro para maricón. Mientras continuaba por mi camino riéndome por dicha confusión.

Oscar RiveraLuego de haber avanzado por un buen rato pude escuchar nuevamente los tambores, y en vista que el sendero me mostraba otro camino en dirección sur (hacia la izquierda) procedí a tomarlo aventurandome en aquél terreno que aunque desconocido, marcado por las piedras que lo delimitaban por ambos lados.
A la luz de la luna distinguía a mi costado lo que se erigía como unas de las pirámides de la Ciudad Sagrada de Caral. Siendo que la cámara me jugó una mala pasada, la experiencia quedó muy mía.

Me encontraba exhausto, sediento, y con la sudadera mojada. No sé durante cuanto tiempo estuve avanzando a ciegas, tan sólo usando de guía mis sentidos, mi instinto, y mis ganas de haber querido pasar la noche en la Ciudad Sagrada de Caral. La experiencia implicó un contacto con una energía que trascendía el tiempo en un mismo espacio.La energía que sentía aquella noche venía de todos lados, de la arana que pisaba, de las construcciones de piedra que eventualmente cruzaba, de las plantas e inclusive de la luz de la luna. Era como estar extasiado. Avancé por un sendero y a lo lejos divisé alguna luz, asimismo algo más nítido el sonido de los tambores y flautas. Asumo que habría avanzado un kilómetro hasta llegar finalmente al campamento apróximadamente 2:30 am. Llegué bastante feliz de haberlo hecho sólo con mi instinto. Una vez allí y luego de un descanso procedí a unirme a lo que era la fiesta post ceremonia de pago a la tierra por el aniversario. Me imagino que varios se habrían ido a descansar ya que por la cantidad de carpas no veía a muchos en pie, mientras que otros aún celebrantes se quedarían a dormir en la zona de alojamiento.

Baile, música, nuevos amigos y de allí la experiencia de la amanecida hasta el recorrido es algo que visualmente puedo compartir con ustedes.
A todo esto había que quedar agradecido con las duchas y el desayuno brindado por el campamento.
*En la semana complementaré este post.



 
Oscar Rivera





Rostro con ojo de luna mirando desde el cielo.
















Haciendo muecas para la cámara con un nuevo amigo.

Oscar Rivera - Caral - Memorias de una Espera

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Narrando cuentos y leyendas, quien realizó la Ceremonia de pago a la tierra en Octubre de 2012

Oscar Rivera - Caral - Memorias de una Espera

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Ruth Shady - arqueóloga encargada del Proyecto Caral