54. Cuento Nocturno I
(y ponemos "play" para la ambientación respectiva)
Nox Arcana - Nocturne
Mi mente estaba tan
intranquila que al redactar aquel mensaje un 07 de noviembre de 2009, le había
dejado bastantes faltas ortográficas.
Era el puro ímpetu de expresar lo que yo
veía, una fervorosa necesidad de contar, pero fervorosa para quien sino sólo
mía, cómo si la razón se presentara con tal frenesí, que su sola llegada no
permitía entender su mensaje.
Mentes quietas y mentes inquietas, sucumbiría
solo la mía mientras, como una seductora mano que me invitaba a viajar, por lo
más profundo de mis recuerdos, de mis sin sabores, de mis resentimientos, de mi
orgullo, del gran vacío que existía en mi corazón, de la ignorancia, del no
saber, del aislarme, del pensar, del no entender, del asumir lo que es amar.
Del arrebato nuevamente a no sucumbir en alguna idea absurda, del ego primero
como se había hecho conmigo, de la importancia de mi ser sin importar nadie más… ¿para qué?.
¿Quién si no soy yo quien debe preocuparse por mi? Eso es lógico, es
lo normal, pero... también existen los "pecados" de omisión. Dejar de hacer a sabiendas, y yo... yo me entendía saber demasiado, inclusive que no era un peso que debía llevar en pesadillas cada noche.
Sería un engaño aferrarme a la idea de que regrese, de poder seguir viéndola, de tocar su corazón como antes; sería el pretexto el explicarle aquellas experiencias nocturnas, de conocido origen. Sería mi necesidad de verla una vez más. Serían mis puras razones, sin lograr palabras directas a lo sucedido, como quien quiere escuchar una historia con la sinceridad que hacen los amigos.
Mente que se mecía
entre pensamientos de discordante tesitura, entre opuestos extremos balanceábanse
sobre una aguja, giraban sobre ella, pesados pensamientos que sin llegar a una
razón, ni punto medio que los ubique se enclavaban más y más, con su propio peso. Multiplicábanse los mismos y clavábanse todos cual
espinas. No sabía que los pensamientos quemaban, al igual que pueden hacerlo los ojos, y estos a la vez mojar almohadas.
Pesadillas no
invitadas, hiciéronse presentes bruscamente para incentivar aquello que venía
siendo olvidado en la calma, en la correcta paz, en la ecuanimidad. Intentando
olvidar como mi sexto sentido se había multiplicado a su lado, intentando
entender cómo hacerle saber, preguntándome si era yo el único que entendía
aquello, y
así sería.
Si viniera alguien de
otro mundo dándote el conocimiento de la vida en su lengua, quizás tampoco lo
entenderías, mirarías con algún tipo de admiración el hecho de su presencia y no de su
mensaje.
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